Sin duda nos encontramos ante uno de los mejores, si no el mejor, restaurante peruano de la capital. Hace ya muchos años que su chef Miguel Ángel Valdiviezo ofrece una cocina “multicultural”, como él mismo enuncia, tanto en su antiguo local en el Barrio de Prosperidad como actualmente en Las Salesas, donde cuenta con tres espacios: una zona inicial con una impactante barra -ideal para probar su insuperable “Pisco Sour”-, varias mesas corridas de madera en ambiente informal, y un comedor al fondo, con un acogedor reservado rodeado de mimbre realmente original.

La carta, sencilla incluso para los no conocedores de los platos peruanos, se divide en distinta secciones.

Una parte inicial con pequeños bocados de mar (“Mejillón”, “Navaja” o “Zamburiña”), todos aliñados con distintas variantes aunque recomendamos principalmente el “Mejillón”, con sabores a brasa y a dulce ideales para iniciar la comida. Y otros entrantes como los “Sanguchitos” o, por ejemplo, los “Tequeños” (masa wanton y rellenos de pollo al wok).

Las siguientes partes que componen la carta son los “Tiraditos”, los “Ceviches” (sabores puros y altas calidades en los alimentos) y las “Causas” (buenísima y visualmente impactante la de pulpo).

Para finalizar: o Tradición (“Ají amarillo”, “Lomo saltado”, “Lengua”…) o Fusión (“Rodaballo”, “Cochinillo”, “Wagyu japonés”…).

Platos todos que evidencian unas elaboraciones cuidadas, conocimiento del producto y las recetas, y muchas ganas de innovar.

De postre probamos el “Suspiro de una limeña rabiosa”: crema de suspiro y salsa de maracuyá; ideal para los golosos.

En suma, restaurante muy recomendable con un espacio cuidado y original, con un buen servicio, y una comida peruana con tradición y verdad, pero a la vez abierta a la multiculturalidad. Tal y como el chef describe: “No somos un país, ni siquiera un pueblo. Perú es una fuerza de la naturaleza”.