Sitio histórico en el que el propio Lucio se pasea entre las mesas, aunque actualmente sea su nieto el que lleve la batuta con buena mano, dirigiendo un servicio cercano y de toda la vida.
Carta que no sorprende pero en la que se encuentran productos de calidad y bien elaborados (tanto carnes como pescados). Por poner algunos ejemplos: “cocochas” bien terminadas a la plancha con un manto de patatas panaderas y guindilla, o los clásicos e imprescindibles “huevos estrellados” (que ante mucha expectativa pueden llevar a decepción ya que no tienen nada excepcional). Algunos otros platos no acaban de convencer, a pesar de su fama, tal y como el “rabo de toro” o el “pan perdido”.
El salón de abajo (ya que el de arriba es frío y sin ningún tipo de encanto) es de estilo clásico con solera. En definitiva, un restaurante de los que “tienes que conocer” pero que no te aporta nada adicional.