Diego Guerrero abrió este restaurante propio tras su marcha del Club Allard, sintiéndose libre para ofrecer unos menús degustación altamente creativos, con gran influencia de sus viajes e investigación de los productos y con una calidad de sabores impresionante.
La ambientación de la sala es bastante atrevida para un 2 estrellas Michelín (ladrillo visto estilo industrial y mesas sin mantel). Además cuenta con un equipo de sala joven y plenamente solvente.
Nada más llegar ya se rompen los esquemas tradicionales, y es que en la puerta de entrada no hay ni siquiera un letrero identificativo. El menú comienza en el bar para degustar un aperitivo y continúa en la cocina (abierta al comedor principal) donde se interactúa con los cocineros.
Posteriormente se pasa a la mesa, donde comienza el menú (ciego, ya que eliges el número de platos que quieres degustar pero sin saber en qué consisten). En esta ocasión pudimos probar, entre otros, un Mochi (con textura y sabor buenísimo), el “Tomate garum” (para nuestro gusto, el mejor plato: paisaje lunar, sabores nunca antes probados y originalidad; DSTAgE en toda su esencia), el “Chawanmushi de pulpo y carabinero” (mezcla espectacular) o la “Merluza al natural, proteína y angula” (sencillamente perfecto). Los postres fueron elegantes, divertidos e innovadores.
Maridaje -por 45€ para el menú de 14 platos- original (con vinos dulces, sakes, sidras, olorosos y tintos de Australia, entre otros) que realmente le iba como anillo al dedo a ciertos platos.
Estamos, por tanto,ante un dos estrellas Michelin atípico pero en el que siempre te sorprenderán y en el que comerás algunos platos que recordarás para toda la vida. Los 3-4 meses de espera para conseguir una reserva merecen sin duda la pena. Ya solo te queda abrir la mente para nuevas experiencias, dejar que te sorprendan y disfrutar.